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Los testigos del acoso o agresión escolar

Dentro del denominado “triángulo del bullying”, además de con las figuras de la víctima y el acosador o acosadores, nos encontramos con la importante figura de los testigos. El acosador necesita público, le gusta tener testigos de sus acciones ya que eso refuerza su sensación de poder y añade más humillación a la situación de la víctima. Por ello, presenciar esas acciones y no hacer nada, convierte a los testigos del acoso escolar en cómplices.

Dentro de los testigos, podemos realizar la siguiente clasificación:

  • Amigos y ayudantes del agresor: Suelen pertenecer a su grupo y, en ocasiones, participan en el acoso.
  • Reforzadores: Son testigos que no acosan de manera directa pero observan las agresiones, las aprueban y animan a los agresores.
  • Ajenos: Intentan no implicarse y se muestran neutrales. Pueden no aprobar las agresiones pero no intervienen por miedo, por un falso sentido del compañerismo, porque consideran que no es su problema, porque piensan que no está bien “chivarse”… Sin embargo, con su silencio están reforzando las agresiones.
  • Defensores: Son personas que se atreven a dar el paso de apoyar a la víctima, ya sea interviniendo directamente o acudiendo a un adulto. La intervención directa, a pesar de dar miedo, resulta muy eficaz, ya que el agresor sólo puede continuar con su conducta si ésta es tolerada por el público. En ocasiones, basta que un testigo hable a favor del agredido para que muchos otros, que callaban por miedo, se unan a la protesta y el maltrato acabe. Corresponde a cada uno evaluar la situación y decidir si es seguro intervenir o si es preferible solicitar ayuda.

Ser testigo de un maltrato y no hacer nada por evitarlo también tiene consecuencias negativas para los niños, ya que les insensibiliza a la violencia y les hace vivir con miedo. Desde el centro escolar se pueden enseñar estrategias que ayuden a que los testigos se impliquen, como pueden ser:

  • Sanciones a los acosadores: Si los niños ven que el agresor no queda impune, encontrarán sentido a denunciar las agresiones.
  • Enseñanza de parámetros de convivencia, respeto y cooperación.
  • Enseñanza del trabajo en grupo como modelo positivo: Los niños deben aprender que no están solos y que en su unión reside la fuerza para enfrentarse a los acosadores.
  • Mejora de las habilidades sociales y de comunicación.
  • Entrenamiento en resolución de conflictos.
  • Entrenamiento en asertividad: Les enseñara a conocer sus derechos y defenderlos, sin pasar por encima de los demás ni usar la agresividad.
  • Fomento del pensamiento crítico: Los niños deben aprender a decidir por sí mismos lo que está bien o mal y no dejarse llevar por el grupo.
  • Fomento de la empatía: Si los niños aprenden a ponerse en el lugar del otro, les será más difícil acosar a un compañero o ser testigo de las agresiones sin hacer nada.

Por último, debemos señalar que en el grupo de testigos mudos, que se convierten en cómplices del bullying sin quererlo, se deben añadir todos aquellos adultos (padres, profesores, miembros del equipo escolar…) que, conociendo las agresiones prefieren no darles importancia (“son cosas de críos”) o mirar para otro lado para salvaguardar el prestigio de su centro escolar o las relaciones de sus hijos con el resto de compañeros. No se puede pedir a unos niños que den la cara para denunciar las agresiones si los adultos no damos ejemplo de valentía y responsabilidad.


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